To swing in the air is an act of inversion by subverting the daily order without dominating the sky nor the earth.
Hanging in nothing, feet in the air.

Mecerse en el aire o columpiarse es un acto de inversión
ya que se subvierte el orden cotidiano, sin que se domine
ni en el cielo, ni en la tierra. Se trata de estar colgando en la nada…. Los pies están en el aire.
(Al vaivén del columpio. Ruiz Mª. J. 2009)


martes, 24 de agosto de 2010

miércoles, 18 de agosto de 2010

domingo, 1 de agosto de 2010

Bocetos / sketch


TO SWING - COLUMPIARSE



Introduccción

Desde entonces, la viajera de sandalias sin retorno
busca sus huellas.
En el viaje de su columpio, cada vuelo un horizonte.
Los lugares de su memoria, un instante en cada espacio...
El lugar de su presente, de su pasado, de su ahora, de su ayer, de su entonces, de su antes...
No quiere estar contigo... Solo un instante.
 
(catálogo de la exposición Instantes, menosuno. Laurita Siles, 2003)



        Los primeros tratados de Educación Física valoraban esta actividad como un ejercicio de equilibrio. Según una antigua leyenda, el Dios Baco, los empezó a emplear durante los ritos religiosos y servía para liberar las almas del purgatorio. En algunas regiones argentinas, antiguamente se balanceaban con intención de alcanzar las hojas más altas de un árbol, simbolizando cada hoja el salvamento de un alma. Los brahmanes de la India creían que cuanto más alto se columpiasen más crecería el arroz. Rodrigo Caro, (1573-1647) en su celebre obra “Días Geniales y Lúdicos”, remonta el rito del columpio a la mitología griega, cuando Erígones se suicidó colgada de un árbol al morir su padre. Las doncellas de Atenas, tomaron la decisión de columpiarse, para intentar buscar su cuerpo, por lo que esta actividad representa un antiguo rito que se practicaba para encontrar los difuntos en el cielo.

Si atendemos al Diccionario de la lengua, de la Real Academia de Española se refiere al término columpio, como una cuerda fuerte atada en alto por sus dos extremos, para que se siente alguna persona, asiéndose con las manos en los dos ramales, y pueda mecerse por impulso propio. La capacidad de desplazarse de un medio distinto al que se está habituado, es decir en el aire, así, el individuo aprende a impulsarse sin necesidad de estar en contacto con el suelo firme, por lo que le permite ampliar sus experiencias motrices, siempre que dicho impulso lo realice sin ayuda.

Pero el columpio, también es un juego de colaboración, antiguamente fue también un espacio de socialización. Como atestigua  “Al vaivén del columpio. Fiesta, coplas y ceremonial”, 2009. Una reciente publicación, donde se rescata los últimos testimonios orales de quienes conocieron la costumbre como práctica de jóvenes y recoge las recreaciones literarias de quienes, contemplaban el ritual. Así, se le podía cantar al observar el balanceo de columpio:

Arremonta los cordeles,
arremóntalos bien altos,
que parezca una paloma
la niña que está en lo alto.


 (canción popular, anónimo)

La práctica de esta actividad se realizaba entre el inicio y el Carnaval de la
primavera y fue censura a partir de la Guerra Civil, llegando a prohibirse hacer columpios en esa época,  por considerarse rito carnavalesco. Como anécdota curiosa, el Archivo Histórico de Puerto Real (Cádiz) dispone de un auto de la Alcaldía fechado en 1792 prohibiendo el carnaval y entre otras oposiciones encontramos la utilización de columpios tanto en público como en casas particulares. Con el deseo de impedir la reunión lúdica, considerada inmoral y promiscua, entre personas de uno y otro sexo y que podía dar lugar a la aparición de juegos de carácter erótico.

“Tengo el culo en un columpio”

En mi primer piso de estudiantes en Valencia, tuve la suerte de tener un jardín con columpios. Recuerdo ir a leer a él, y así dejar volar mente y pies en la lectura. Tal vez, fue entonces; cuando me aficioné al columpio.

En el año 2000, mi padre me regalo mi primera cámara de vídeo. Desde entonces y hasta ahora he grabado una gran cantidad de horas de vídeo: Viajes, reuniones familiares, festivales de música y folklore, trabajos personales, fiestas con amigos. Un día, organizando todo este material, me di cuenta de que tenía un gran número de grabaciones sentada en un columpio, en diferentes partes del mundo. Con la cámara sujetada con una de mis manos; percibiendo él horizonte en movimiento, acompañadas del sonido rítmico que se produce en el balanceo por cada impulso. Y así di forma a una frase, que mi familia suele repetirme: “Tienes el culo en un columpio”.  Al  referirse a que no paro quieta en un lugar.

Capture estas imágenes y a partir de ellas. Cree algo que denomine video-vida. En él se suceden los diferentes lugares que he habitado o visitado. En cada ida y venida del impulso se sucede un lugar: Marbella, Málaga, Valencia, Madrid, Reikiavik, kulusuk, Vancouver, Montreal, Kansas, Bilbao, Algorta... Fundiendo los cielos o la tierra de cada espacio con el  que le sigue. Con intención de reflejar la vida como una mundo-danza, donde los pies están en el aire y la cabeza en equilibrio. Pensando que el día que me quede quieta para siempre, daré por concluida la pieza. Proyectarlo en una gran sala donde haya un columpio, para que cada espectador en solitario puede visualizarlo sentado en él.

Lo bonito y evocador de este trabajo es la obligación de buscar un columpio en cada nuevo lugar que piso. Disfrutando de un nuevo horizonte con los pies en el aire. Unos momentos de reflexión, donde experimento la sensación de algo familiar, estar en el vaivén de columpio.




Tomando la idea de pensar la identidad en este balanceo, la identidad en movimiento. Me he preguntado en más de una ocasión ¿Qué culpa tiene uno dónde ha nacido?

El lugar de origen marca nuestra mirada y como nos miran los otros. Lo que es llamado otredad, un sentimiento de extrañeza que nos asalta tarde o temprano, bajo la conciencia de la individualidad. ¿De dónde soy? ¿Quien soy?

En el ámbito de los artístico muchos artístas utilizamos, creativamente las diferentes culturas. Adaptando las influencias culturales externas a nuestros propios valores culturales, demostrando, así, la capacidad para absorber determinados elementos. En este sentido, se producen hibridismos  muy curiosos y mezclas entre los substratos culturales latentes y el influjo exterior.

El ser humano tiene necesidad de novedades y curiosidad hacia las cosas que vienen de fuera. Se debe reconocer que el contacto con otras culturas, la influencia recíproca entre culturas es el motor de cambio social y cultural y la esencia del desarrollo de gran parte de los productos culturales.

(…) y porque de pies a cabeza encontramos al hombre tan misterioso, no es de menos de observar su movimiento. Son los pies la base de su firmeza, (…), pisan llano y seguro.
Pero estos pies que observo, bajo la mesa donde escribo, nose si pisan una superficie  llana y segura, como a muchos otros pies les sucede. Estos están en el aire, tal vez, en el vaivén de un columpio o saltado sin descando de un lugar a otro.

Los pies, han sido un elemento utilizado repetidas veces en una gran cantidad de mis trabajos. El subconscente creativo, evoca preguntas sobre ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Y sorprendentemente el tiempo y la reflexión dan respuestas. Los pies, son una metáfora, como raíces al apego a una lugar, el pie es la parte del cuerpo que nos une a la tierra, y a la vez, son ellos los nos permiten el movimiento.



La identidad en movimiento es, como una categoría esencial de su propia existencia, reconocerse en relación con otros. Y ésta nunca puede ser una situación fija. ya que, yo, por ejemplo, me descoloco respecto a mi misma al tener que relacionarme con "otro" para ser yo misma.
Reconocer al otro es también hablarle. Ahí está el movimiento.
Y la mayorias de las veces, “ (...) allí donde parece que ya no hay nada, ni nadie, – al final del  horizonte – en la frontera última, aparece el otro, aparecemos todos”. Octavio Paz.